Argentina ,
Lunes, 06 de octubre de 2008
 
     
04·10·08 | Actualidad

Nicola di Bari: El último romántico

Nicola di Bari visitó el país decenas de veces desde 1967. La última fue en 1992, cuando hizo "un programa especial junto a Gerardo Sofovich". En sus largas estadías logró hacerse amigo de Sandro y de Palito Ortega. "Ojalá pueda verlos. No tuve contacto con ellos estos años. En la vida de un artista pasan tantas cosas y no se por qué no volví antes". Su video de "Vagabundo" es uno de los más visitados de youtube.

Cientos de artistas reproducen sus hits hasta gastarlos y terminan por maldecir aquellas letras que inexplicablemente no hastían al público. Nicola di Bari, claramente, no entra en el círculo. Después de 16 años, vuelve a la tierra que en los setenta lo veneraba casi como al santo del que tomó prestado el nombre. Y regresa sin "artillería" nueva. Lo suyo será repaso por enésima vez de lo que ha repetido de puerto en puerto por más de 20 años. "¿Qué estuve haciendo este tiempo? Trotando por el mundo. ¡La gente no quieren saber si hay disco nuevo! Sólo quiere escuchar mis viejos temas", se jacta desde Italia. "¿Si me cansó de cantar siempre lo mismo? ¡Por favor! ¿Cómo podría?".

El italiano llegó a Buenos Aires por primera vez en 1967, a sus 27 años (hoy tiene 68). Desde esa época en la que la música italiana había ganado un interesante terreno en Argentina, sus vueltas fueron constantes. Ya una nota periodística de los 90 "denunciaba" esa tendencia musical a "quedarse fijado en el tiempo". (Ver sabías?). El eterno trotamundos —como él mismo se retrató en aquella canción Vagabundo— cantará el 9 en el Teatro Colonial de Avellaneda y el 10 en Junín. Las otras fechas previstas (una de ellas en el Coliseo) acaban de suspenderse. "Los argentinos tienen en su corazón mi trayectoria. Creo que por eso me han llamado. Hay como un matrimonio entre los argentinos y yo. Ellos se quedaron con mi música en el alma", juzga con la voz ronca en un castellano italianizado.

Desde su casa en las cercanías de Milán, sorprende cuando cuenta que la primera visita que hará ya aterrizado será a la tumba del relator José María Muñoz, su amigo en los 70. "Iré al cementerio para recordarlo. La amistad nació un día que me llamó y me invitó a ver un partido y me llevó en el coche de Radio Rivadavia. Desde aquel momento hicimos una amistad fantástica", evoca y nombra a otro "camarada", Palito Ortega. Como astuto extranjero en tierras lejanas, adiciona iconos de la argentinidad que puedan acercarlo a la gente: "Ah, soy hincha de Boca Juniors, porque es el equipo deportivo de los italianos".

Para muchas mujeres, Di Bari —en realidad Michele Scommegna— fue un "símbolo sexual". Desgarbado, narigón y con lentes, su arma era una colección de canciones románticas que hacía en español (títulos como Vagabundo, Rosa o Mi corazón es un gitano). De adolescente no había pensado en la música ("mi voz era tosca") y estaba destinado a heredar el oficio familiar de campesino, pero en una fiesta del patrón de su pueblo (Zapponeta) algo cambió el rumbo. Cuenta la leyenda —que sus agentes de prensa se encargan de ensalzar— que mientras los vendedores ambulantes hacían su trabajo, un anciano casi sin voz lo miró con tristeza por su pésima suerte en la venta de helados. Di Bari se jacta recurrentemente de haber empuñado el megáfono y con su canto improvisado provocar una ronda y un éxito de ventas para aquel heladero. Su consagración internacional llegó con los festivales de San Remo. 

"Sinceramente, yo no tengo una linda voz. Es una voz ronca, rara" —admite del otro lado de la línea, preocupado porque si no renueva su pasaporte no podrá viajar. "Yo les hablo en mis temas de una manera justísima. La gente se enamoró de mi manera de ser como artista, como padre, marido. ¿Sabe? Mi mujer es la imagen más linda que tengo delante de mis ojos cada día. Hace 41 años que estoy casado y sin ella sería un mundo desastrozo".   "Me dicen el último romántico, pero sería una pena que yo me quedase como el último", cierra apurado, como si la entrevista fuese un trámite con el que ya cumplió. "A la gente hay que decirle que no se olvide del romanticismo. El mundo no podría caminar. El romanticismo no es tontería. En ese sentido soy un privilegiado: mi música no tiene edad. Quedé para toda la vida". -

de Marina Zucchi (clarin.com)

 
Nicola di Bari: El último romántico


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